Lo más 'in' en Nueva York es ir a fiestas o locales en las que nadie pueda hacer fotos, ni comentar, ni alardear luego en una red social. Implica recuperar la intimidad, el placer de saber que no aparecerá una imagen o un comentario sobre ti en internet. Si bien los beneficios de las redes sociales son muchos y obvios, la publicación compulsiva, la falta de pudor, el exceso de confianza y el reducido control sobre los propios datos llevan a muchos usuarios a optar por una vida más que discreta en la red.
Off the record
En Nueva York se convocan fiestas off the record. Es decir, ni se comenta, ni se graba. Lo que se hace aquí, se queda aquí. Protocols NYC las organiza cada dos semanas. Se va por invitación para charlar con gente influyente "por negocios y por placer". Su web hace un alarde de la contención digital que predica.
Protocols NYC lidera una tendencia que también se refleja en el derecho de admisión de algunos locales de la ciudad. Para entrar el cliente se compromete a no publicar ni comentar en ninguna red o web (ver artículo en The New York Times).
Cuestión de protocolo
El recelo hacia el uso de las redes sociales por una parte de los usuarios de internet tiene mucho que ver con algo que suena a antiguo, de otro tiempo, las normas de comportamiento o de civismo. Pensar qué es apropiado o no lo es en cada contexto parece absurdo cuando la exhibición de las miserias propias y ajenas alimenta los horarios principales de muchos canales de televisión.
Amigos que informan cada cinco minutos en Twitter de lo que están haciendo, ya sea esperar en una estación de tren o rascarse la barriga, otros que cuelgan fotos tuyas en internet después de una noche de fiesta... A veces la vida en la red acaba asfixiando a los más pudorosos. Otras, simplemente, consume demasiado tiempo.
¿Demasiados amigos?
Un estudio de la consultoria Nielsen reflejaba hace unos meses que un 60% de los usuarios de Twitter lo dejaban tras el primer mes. ¿Es un dato negativo? Tal vez sí, tal vez no. Tal vez sea simplemente la lógica de la red. Un nuevo servicio aparece y muchos usuarios se lanzan a probarlo. Unos se quedan y otros, no. El número de webs, aplicativos y servicios que un internauta tiene a su disposición es tal que, ya sea por pura cuestión de supervivencia mental, debe ser selectivo.
Lo mismo ocurre con Facebook, la más conocida de las redes sociales lúdicas. También existe un sector de usuarios que deciden borrar su rastro de la web, desbordados por las solicitudes que reciben y las aplicaciones en las que son invitados. Por paradójico que parezca, se ha creado en Facebook un grupo que explica los pasos a seguir.
Pasos básicos
Borrarse es una opción. También existe la posibilidad de moderar el impacto y alcance de tu actividad. Se puede conseguir personalizando las preferencias de cualquier red social. No obstante, muchos usuarios no recurren a ello. Un reciente estudio de la Agencia Española de Protección de Datos revelaba que el 43% de los usuarios de redes sociales tienen el perfil configurado para que lo vea cualquier persona.
Para limitar el acceso al perfil, lo más recomendable es ir a la página de preferencias de Facebook y activar o desactivar la visualización de los distintos datos. Para tener un poco más de sosiego, también se pueden bloquear las aplicaciones que envían los amigos, cada vez que se recibe una. O bloquearlas todas de golpe (algunas recomendaciones en este artículo en inglés).
Estás en un lugar público
No obstante, no hay que olvidar que la red es un escaparate mundial. Publicar un blog, enviar un mensaje con Twitter, comentar en un foro, cualquier actividad que hagamos online está expuesta a más gente de aquella a la que nos dirigimos. Hemos de asumir que todo lo que decimos pertenece al ámbito de lo público.
De hecho, lo que la gente dice en las redes sociales ya es analizado por algunas firmas para detectar tendencias, gustos e impulsos del público. Ya sea para saber si hablan bien o mal de una determinada marca o persona o saber qué noticias interesan más. Es un gran boca-oreja de difusión instantánea. Este nuevo filón del márqueting, el análisis de emociones, está siendo aplicado por muchas compañías (ver artículo de El País).
Ámbito privado, ámbito público
La repercusión pública de la red es algo que debería resultar obvio pero no siempre es así. Tal vez estemos redibujando el ámbito de lo público y de lo privado y sintamos como íntimos espacios online que, no obstante, se basan en unas plataformas que pertenecen a terceros. Compartimos en lugares que creemos privados pero que llegan mucho más lejos.
Por otro lado, puede que lo más incomode a una parte de los usuarios de las redes sociales no es lo que ellos pueden decir de sí mismos, que al fin y al cabo es una elección personal, sino la imagen que otros construyen con sus comentarios, fotos y aplicativos. No saber qué rastro queda de lo que otros dicen de ti y quién puede verlo empuja a algunos a renegar de su existencia.
La necesidad de comentar y publicar todo lo que vivimos nos lleva a veces compartir la intimidad propia y la de otros en la red. Sin darnos cuenta nos convertimos en chismosos. Y si antes era de corto recorrido, ahora el chisme vuela por internet.
Off the record
En Nueva York se convocan fiestas off the record. Es decir, ni se comenta, ni se graba. Lo que se hace aquí, se queda aquí. Protocols NYC las organiza cada dos semanas. Se va por invitación para charlar con gente influyente "por negocios y por placer". Su web hace un alarde de la contención digital que predica.
Protocols NYC lidera una tendencia que también se refleja en el derecho de admisión de algunos locales de la ciudad. Para entrar el cliente se compromete a no publicar ni comentar en ninguna red o web (ver artículo en The New York Times).
Cuestión de protocolo
El recelo hacia el uso de las redes sociales por una parte de los usuarios de internet tiene mucho que ver con algo que suena a antiguo, de otro tiempo, las normas de comportamiento o de civismo. Pensar qué es apropiado o no lo es en cada contexto parece absurdo cuando la exhibición de las miserias propias y ajenas alimenta los horarios principales de muchos canales de televisión.
Amigos que informan cada cinco minutos en Twitter de lo que están haciendo, ya sea esperar en una estación de tren o rascarse la barriga, otros que cuelgan fotos tuyas en internet después de una noche de fiesta... A veces la vida en la red acaba asfixiando a los más pudorosos. Otras, simplemente, consume demasiado tiempo.
¿Demasiados amigos?
Un estudio de la consultoria Nielsen reflejaba hace unos meses que un 60% de los usuarios de Twitter lo dejaban tras el primer mes. ¿Es un dato negativo? Tal vez sí, tal vez no. Tal vez sea simplemente la lógica de la red. Un nuevo servicio aparece y muchos usuarios se lanzan a probarlo. Unos se quedan y otros, no. El número de webs, aplicativos y servicios que un internauta tiene a su disposición es tal que, ya sea por pura cuestión de supervivencia mental, debe ser selectivo.
Lo mismo ocurre con Facebook, la más conocida de las redes sociales lúdicas. También existe un sector de usuarios que deciden borrar su rastro de la web, desbordados por las solicitudes que reciben y las aplicaciones en las que son invitados. Por paradójico que parezca, se ha creado en Facebook un grupo que explica los pasos a seguir.
Pasos básicos
Borrarse es una opción. También existe la posibilidad de moderar el impacto y alcance de tu actividad. Se puede conseguir personalizando las preferencias de cualquier red social. No obstante, muchos usuarios no recurren a ello. Un reciente estudio de la Agencia Española de Protección de Datos revelaba que el 43% de los usuarios de redes sociales tienen el perfil configurado para que lo vea cualquier persona.
Para limitar el acceso al perfil, lo más recomendable es ir a la página de preferencias de Facebook y activar o desactivar la visualización de los distintos datos. Para tener un poco más de sosiego, también se pueden bloquear las aplicaciones que envían los amigos, cada vez que se recibe una. O bloquearlas todas de golpe (algunas recomendaciones en este artículo en inglés).
Estás en un lugar público
No obstante, no hay que olvidar que la red es un escaparate mundial. Publicar un blog, enviar un mensaje con Twitter, comentar en un foro, cualquier actividad que hagamos online está expuesta a más gente de aquella a la que nos dirigimos. Hemos de asumir que todo lo que decimos pertenece al ámbito de lo público.
De hecho, lo que la gente dice en las redes sociales ya es analizado por algunas firmas para detectar tendencias, gustos e impulsos del público. Ya sea para saber si hablan bien o mal de una determinada marca o persona o saber qué noticias interesan más. Es un gran boca-oreja de difusión instantánea. Este nuevo filón del márqueting, el análisis de emociones, está siendo aplicado por muchas compañías (ver artículo de El País).
Ámbito privado, ámbito público
La repercusión pública de la red es algo que debería resultar obvio pero no siempre es así. Tal vez estemos redibujando el ámbito de lo público y de lo privado y sintamos como íntimos espacios online que, no obstante, se basan en unas plataformas que pertenecen a terceros. Compartimos en lugares que creemos privados pero que llegan mucho más lejos.
Por otro lado, puede que lo más incomode a una parte de los usuarios de las redes sociales no es lo que ellos pueden decir de sí mismos, que al fin y al cabo es una elección personal, sino la imagen que otros construyen con sus comentarios, fotos y aplicativos. No saber qué rastro queda de lo que otros dicen de ti y quién puede verlo empuja a algunos a renegar de su existencia.
La necesidad de comentar y publicar todo lo que vivimos nos lleva a veces compartir la intimidad propia y la de otros en la red. Sin darnos cuenta nos convertimos en chismosos. Y si antes era de corto recorrido, ahora el chisme vuela por internet.
Fuente: La vanguardia.es
0 comentarios:
Publicar un comentario