Nuestro Mensaje de Navidad



Blackberryvzla quiere compartir con ustedes un Cuento de Navidad, los invitamos a que lo lean y a que nunca dejen de creer y pierdan la esperanza.... Este sera nuestro mensaje nuevamente de Navidad para este 2010.

Era Nochebuena, hace muchos años. Yo estaba acostado en mi cama, sin moverme, sin permitir siquiera que las sábanas susurraran. Respiraba silencioso y pausado.

Aguardaba. Anhelando escuchar un sonido. Un sonio que un amigo me había asegurado jamás escucharía: el tintineo de cascabeles del trineo de San Nicolás

- No existe San Nicolás – había nisistido mi amigo-. Pero yo sabía que estaba equivocado.

Muy tarde aquella noche, sí escuché sonido, pero no de cascabeles. De la calle llegaban unos resoplidos de vapor y un chirriar de metales. Me asomé a la ventana.

Había un tren detenido justo enfrente de mi casa.

En la puerta abierta de uno de los vagones, estaba parado un conductor. Sacó de su chaleco un gran reloj de bolsillo; luego, levantó la mirada hasta mi ventana. Me puse la bata y las zapatillas. De puntillas, bajé las escaleras y salí de la casa.

- ¡Todos a bordo! – gritó el conductor. Corrí hasta él.
- Bueno, -me dijo- ¿vienes?
- ¿A dónde? – pregunté.
- Pues al Polo Norte, por supuesto – mes respondió. Este es el Expreso Polar.


Tomé la mano que me tendía y subí al tren.

Adentro, había muchos otros niños, todos en ropa de dormir. Cantamos canciones de Navidad y comimos caramelos rellenos con turrón blanco como la nieve. Bebimos cacao caliente, delicioso y espeso, como chocolates derretidos.

El Expreso Polar enfiló hacia el norte.

Trepamos montañas tan altas que parecía como si fuéramos a rozar la luna. Pero el Expreso Polar no aminoraba su marcha. Más y más corríamos, remontando picos y atravesando valles, como en una montaña rusa. Las montañas se convirtieron en colinas. Las colinas, en planicies cubiertas de nieve.

- Allá – dijo el conductor-, está el Polo Norte.

Era una ciudad enorme llena de fábricas donde se hacían todos los juguetes de navidad. Al principio, no vimos duendes.

- Se están reuniendo en el centro de la ciudad – explicó el conductor-. Allí, San Nicolás entregará el primer regalo de Navidad.

- ¡Quién recibirá el primer regalo? – preguntamos todos.

El conductor respondió: - Él escogerá a uno de ustedes.

- ¡Miren! – gritó uno de los niños-. Los duendes.

Afuera, vimos cientos de duendes. Nuestro tren ya se acercaba al centro del Polo Norte y debíamos ir cada vez más despacio. Cuando no pudimos seguir avanzando, el Expreso Polar se detuvo y el conductor nos dejó bajar.

Nos abrimos paso entre la multitud, hasta el borde de un gran círculo despejado. Frente a nosotros se alzaba el trineo de San Nicolás.

Los renos estaban inquietos. Cabeceaban y caracoleaban, haciendo sonar sus cascabeles plateados, que colgaban de sus arneses.

Era un sonido mágico, como ninguno que hubiera escuchado antes. Del otro lado del círculo, los duendes se apartaron y San Nicolás apareció.

Avanzó hasta nosotros y me señaló, diciendo:

- Que se acerque ese muchacho.

Salté a su trineo. El conductor me ayudó a subir. Me senté en las rodillas de San Nicolás y él me preguntó:

- A ver, ¿qué te gustaría para Navidad?

Yo sabía que podía pedir cualquier regalo de Navidad que quisiera. Pero lo que más deseaba no estaba dentro del enorme saco de San Nicolás. Lo que yo quería, más que ninguna otra cosa en el mundo, era un cascabel de su trineo.

Cuando lo pedí, San Nicolás sonrió. Luego me abrazó y le ordenó a un duende que cortara un cascabel del arnés de uno de los renos. El duende le alcanzó el cascabel. San Nicolás se puso de pie, y sosteniendo el cascabel muy en alto, anunció:

- ¡El primer regalo de Navidad!

Un reloj dio la medianoche, San Nicolás me entregó el cascabel y lo puse en el bolsillo de mi bata. El conductor me ayudo a bajar del trineo.

San Nicolás animó a los renos, gritando sus nombres y haciendo chasquear el látigo. Tomaron impulso y el trineo se elevó en el aire. San Nicolás voló sobre nosotros, trazando un círculo; entonces desapareció en el frío y oscuro cielo polar.

Tan pronto como regresamos al Expreso Polar, los otros niños me pidieron ver el cascabel. Busqué en mi bolsillo, pero todo lo que encontré fue un agujero. Había perdido el cascabel plateado del trineo de San Nicolás.
- ¡Corramos afuera a buscarlo! . Sugirió uno de los niños.
Pero en ese momento el tren se estremeció y comenzó a moverse. Íbamos de regreso a casa.

Me rompió el corazón haber perdido el cascabel. Cuando el tren paró frente a mi casa, me separé con tristeza de los otros niños y me quedé en la puerta, diciendo adiós.

El expreso Polar hizo sonar su potente silbato y se alejó a toda velocidad.

Hubo un tiempo en que casi todos mis amigos podían escuchar el cascabel, pero con el pasar de los años, dejó de repicar para ellos.

También Sarah, cierta Navidad, ya no pudo escuchar su dulce sonido. Aunque yo soy viejo, el cascabel aún suena para mí, como suena para todos aquellos que verdaderamente creen.

Desde @Blackberryvzla esperamos que aunque pasen los años y sean muy viejos, sigan creyendo y el cascabel suene por siempre para todos ustedes…

¡Feliz Navidad!

0 comentarios: