Los tuiteros venezolanos, pegados día y noche a su teclado, se parecen a los protagonistas de Blade Runner La idea de noticia está evolucionando o retrocediendo, pero desde luego está impregnada de anomia
¿Qué hace que una noticia se convierta en un suceso? ¿Qué es lo que puede llamar la atención en este país donde ahora, al parecer, lo que no quepa en 140 caracteres de una casilla en Twitter no merece ser contado? Al ver en la calle, en la oficina o en el restaurant esta hegemonía comunicacional de los dedos pulgar sobre el teclado de los Blackberrys, quiero volver a Los papeles del club Pickwick, un mamotreto de mil páginas que leí a los catorce años con un gusto que jamás volví a encontrar en ningún otro libro sencillamente porque no volví a tener catorce años más nunca.
Las lecturas que no se hacen en la adolescencia no dejan la misma huella.
Si a los 14 lo que lees son sms y tweets lo que te va a quedar para toda la vida es un jeroglífico fragmentado, en el cerebro y en la sensibilidad. Vas a comprarte una licuadora y el manual te advertirá en letras bien grandes de que no la conectes antes de quitarle unas tapitas adosadas al macho del tomacorriente; pero como la advertencia tiene más de 140 caracteres, la desdeñarás. De modo que te vas a quedar pegado de la licuadora y del enchufe, electrocutado como un bolsa.
Sin ir más lejos: la mensajería de texto que aparece en el generador de caracteres de Aló ciudadano es la prueba fehaciente de que la oposición en Venezuela posee altos grados de analfabetismo funcional.
Twitter es una herramienta divertida, y puede que te informe en algunos momentos en que necesitas ser informado en el acto. Es una red de interesados en alguna cosa, un medio de comunicación, un pasatiempo. Sobre todo, es una habladera de pistoladas a distancia. Sólo que, al escribir, uno siempre tiene más tiempo de pensar que al hablar, por lo cual te pueden salir cosas ingeniosas y redondas, si te afanas.
En realidad, los mejores tweets no son más que un remedo de las greguerías, algo que inventó Ramón Gómez de la Serna hace más de un siglo. El mejor que he puesto en la red (pero nadie se dio cuenta porque la gente no tiene ningún interés en seguirme) es el siguiente: "El liderazgo personal de Chávez, en entredicho; no se sabe dónde está la persona". Pero aun en esos casos, dentro de las limitaciones de los 140 caracteres, tienes que saber dónde va el punto y coma. Si no, estás frito. Escribas en Twitter o para Random House.
COMO EL CILANTRO Esa cosa maniática por la tecnología, por surfear sobre las tendencias, ¿no es un síntoma de anomia? ¿De qué estarán hechos los recuerdos de los fiebrúos de la tecnología en el futuro? ¿Contarán ovejas electrónicas para dormirse? ¿Trabajarán en Tyrell Corporation? ¿Convertirán los nerds la grafía "casa" en "ksa"? Por eso vuelvo a Charles Dickens y a Truman Capote. Por eso abono por el reportaje de largo aliento, por el perfil o la semblanza, por la crónica que no se conforma con las veinte líneas. Las mejores veinte líneas de la historia del periodismo venezolano las elaboraba Jesús Rosas Marcano.
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