Una reflexión sobre las posibilidades de manejar los dispositivos y no morir en el intento.
La palabra “usabilidad” entró al vocabulario común de la mano de la WWW. Como algunos recuerdan (yo casi no) internet era terreno para expertos y “geeks”. Los usuarios no especializados transitaban un infierno para enviar un siemple email.
Tenían una usabilidad muy baja. El concepto se refiere a la facilidad de uso de un sistema, a su accesibilidad y, como se le suele llamar, su “amistosidad”. La Apple Macintosh de 1984 inauguró la era de computadoras masivas con interfaz gráfica, es decir, ventanas, iconos, gráficos. No obstante, internet todavía no era usado por la gente común.
A principios de los 1990s nació la World Wide Web, que masificó internet con su ambiente gráfico y multimedia. Mejoró ostensiblemente la usabilidad, gracias al mouse, el arrastrar, cambiar de tamaño y ubicación. Apple desarrolló un sistema más amigable pero cerrado. Windows uno de menor calidad y sin embargo tremendamente popular. Se impuso (o lo impusieron).
Los defectos de usuabilidad de Windows han sido sufridos por millones de personas (me incluyo). Han tardado décadas en solucionar rutinas demasiado visibles como para no notarlas. Y sin embargo ha dominado ridículamente el mercado de PCs mundial.
Los dispositivos móviles no son territorio de Microsoft. El Windows Mobile apenas cubría 5% del mercado de smartphones hasta que lo reconvirtieron en Windows Phone 7, todavía de quinto entre los grandes.
Como se ve, la computación móvil (a la cual se agrega telefonía e internet) ha dado espacio a cuatro nuevos sistemas operativos que NO son Windows: Symbian, BlackBerry OS, Android y iPhone.
En ese terreno reducido quise explorar la usabilidad al alcance de la mano.
Mi Blackberry más allá del software
No hace falta alabar al teléfono inteligente o smartphone. Es una pequeña computadora que se conecta a redes de telefonía e internet. Manejamos allí nuestras faenas comunicacionales: email, llamadas telefónicas, SMS, navegación web y sus expresiones ya comunes: Facebook, Twitter, YouTube.
En mi BB Torch yo manejo mis compromisos, mi base de datos de documentos (Google Docs), fotos, contactos, agenda, todas mis direcciones de email, GPS, chequeo el clima, entro a mi cuenta bancaria, programo mi despertador, todas las mensajerías (BB, SMS, WhatsApp, etc).
Pero el Blackberry Torch está hecho para un niño de cuatro años. Lejos de ser un cumplido significa que, de allí para arriba cada vez lo manejamos peor. Un chamo de 10 años todavía vuela, pero otro de quince se aburre de lo poco divertido… Y así progresivamente. Llega un momento que nos maneja, que es demasiado pequeño e impreciso para comandarlo.
Por tanto, decidí hacerle una prueba (informal) de usabilidad a mi teléfono inteligente, a ver cuán inteligente resulta usar ése y no otro de los cuatro. Excluyo el software y me centro en lo físico: la pantalla, botones, teclado, audio, la interfaz de uso, etc.
El chamo de cuatro años navega el sistema operativo como si caminase por la casa. Doblando esquinas y abriendo puertas. Uno lo ve como una gaveta (en mi caso desordenada), con clips, fotos, recortes, monedas.
Quienes vivimos nuestros primeros años sin computadoras personales solemos pensar en términos de “libros”. Es el soporte mediático más fabuloso del último milenio. Del libro surge el film y los programas de TV. Pensamos: “Abro el libro Calendario y, adentro, me manejo según sus respectivas reglas. Y así el álbum de fotos y…”.
El niño, me parece, piensa más en flujo de tiempo, en un no detenerse, por eso agota todas las permutaciones y me encuentro yo con mi computadora móvil desconfigurada o, mejor dicho, hiperconfiguarada. El niño domina mejor lógica del sistema aunque no entienda el contenido.
Para ellos cada “libro” es parte de un mismo argumento, de un mismo juego.
Prueba de ello es que, en pocos segundo, maneja todos los sistemas operativos móviles e, igual así, sus compañeros de prekinder. Pasa de Android a BB como quien combina Legos con Car Match.
El touch screen de mi BB Torch tiene una particularidad. Insensible cuando más lo necesito; ultrasensible cuando no quiero presionar un determinado icono. Entonces mejor vuelvo a los botones “físicos” en el borde inferior.
A mano izquierda hay un botón de telefonía y otro de menú. El menú cambia según la aplicación y es muy útil, muy usado. Bien, he perdido la cuenta de la cantidad de veces que presiono el de telefonía en vez del otro. En realidad no son botones sino áreas bajo una lámina de plástico, un touchscreen también.
El botón de “Lock” o “cerrado” es otra pesadilla de diseño. Habré tomado miles de decisiones ya con mi BB pero jamás he sentido el mínimo impulso a cerrarla o ponerle Lock. Es el botón más inútil del mundo y colocado en extremo superior, el tope mismo.
Yo haría de ese botón un utility y que cada quien le otorgue una acción. Por ejemplo “cámara”. Al apretarlo vamos directo a tomar fotos.
Contrario a lo que se cree en la calle, el BB no pareciera estar hecho para la gente apurada. Tómemos el reporterismo de calle o la captura. Hace unas semanas fue noticia que Apple iTunes comenzaría a vender canciones de los Beatles. Hay una pancarta espectacular con loscuatro de Liverpool, más o menos en su época de Hey Jude. Mi prueba consistió en tomar la foto de una serie de hermosas vallas, como si me percatase un minuto antes y no pudiera detenerme. Con un iPod es mucho más fácil y, aunque no tenía flash, salieron de buena calidad incluso de noche.
La cámara del BB Torch, de 5 Megapíxels, es como del cielo a la tierra en relación con mi longeva BB Bold. Pero su usabilidad es muy baja para el reporterismo. Una característica del reportero gráfico es que debe estar preparado a disparar (fotos) en cualquier momento, porque los eventos que le interesan suceden sin avisar y terminan antes de lo que querríamos.
Y no sólo a los reporteros. Le pasa al ejecutivo si quisiera registrar la valla de un competidor o la mamá que quiere captar ese “gesto” en su bebé.
Ahí viene la pancarta, soy el copiloto de alguien que maneja a 80 kms (no muy rápido) por hora en una autopista elevada. Voy al menú principal, clic en cámara, se abre una pantalla con las últimos fotos tomadas (en vez de abrir la cámara de una vez), activo cámara y muestra el área a fotografiar y abajo un menú virtual, para tomar la foto, ajustar el flash, para asignar GeoTagging, ver un menú de opciones o chequear fotos antes tomadas. Sólo la de tomar foto es un botón real, que se hunde.
El problema es que cuando tenemos menos de 10 segundos para tomar la bendita foto, no podemos ver el objetivo y la pantalla a la vez, de modo que lo ideal es poder tomar la foto sin ver el dispositivo, sino muy tangencialmente. Si vemos la pantalla perdemos el objetivo que, de paso, se mueve, se oculta y resurge entre puentes, etc.
Pero en la BB si uno pretende tomar una foto sin ver el menú está equivocado. Es decir, lo que menos tenemos que atender absorbe la atención. Un micromilímetro de presión en la zona equivocada nos lanza a un antipatiquísimo menú de opciones de encuadre.
El mismo error pero hacia la derecha nos lleva a la configuración del flash. Es casi imposible tomar una foto si nuestro sujeto y nosotros mismos no estamos detenidos, con todo el tiempo del mundo para encuadrar el objetivo en la pantalla y ubicarnos en el centro exacto del botón falso de clic. Si hay un mínimo apuro el BB es una pesadilla. Ni el chamo de cuatro podría.
Me da mucha rabia, pero a lo lejos detecto otra valla, la última en esta autopista, preparo la cámara, me aseguro que se abre en la pantalla de retratos, coloco mi rostro cerca de la pantalla ligando que quede a ras de la imagen que quiero capturar. Tengo cinco segundos para tomarla, apoyo mis dedos firmemente en el teléfono para lograr estabilidad y…
…se apaga la pantalla. Presioné sin querer el botón de “Lock”…
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