“Buenos días, mi gente, que Dios les cuide”… Daniel Morales empieza así todas las mañanas, encomendándose al de más arriba y saludando a sus 4.295 seguidores en Twitter que están al tanto de sus tribulaciones minuto a minuto.
Danny es uno de los más de 40.000 ‘homeless’ en Nueva York: sus días discurren entre Brooklyn y Harlem: del refugio donde duerme todas las noches a su añorado barrio por donde deambula hasta que cae la tarde, pendiente a todas las horas del móvil y de los mensajes que le envían desde Colombia, desde Venezuela, desde Ecuador, desde Puerto Rico…
“Saludos, Danny ¿nos comemos un mondongo?”
Con Twitter y sin techo. Es el pan de cada día de Danny, más conocido en las redes sociales como @putodanny, perseguido por las televisiones desde que recibió el móvil de turno y consiguió localizar a su hija Sarah, a quien no veía desde hacía once años.
“¿Quién me lo hubiera dicho? Yo pensaba que esto de Twitter y Facebook era cosa de jóvenes y que no servía de mucho… Y sin embargo aquí me tienes. No sólo me he reencontrado con mi hija, sino que ahora tengo 4.000 amigos más que antes no tenía. Y todos se portan estupendamente conmigo, me ayudan a sentirme mejor a pesar de la situación en la que estoy. La soledad puede ser tremenda cuando te ves en la calle”.
“A toda mi gente, sois ya parte de mi vida, le rezo a Dios por ustedes”
Danny Morales nació hace 58 años en San Sebastián, Puerto Rico. Cortó caña de azúcar y trabajó en los cafetales desde los diez años. Saltó a Nueva Jersey a finales de los sesenta y desde entonces estuvo yendo y viniendo. Se casó con la ‘mai’ Teresa, que le puso cariñosamente el mote de “puto” (“yo le llamaba vieja”). Tuvo dos hijos, se separó y acabó perdiendo la pista a la familia.
Volvió a la isla, y luego se afincó en Nueva York en el año 2000. Trabajó en la construcción, como “troquero” (conductor) de camiones y como guardia de seguridad. Cayó por unas escaleras y quedó medio impedido por una lesión en la baja espalda. Intentó negociar su pensión de invalidez, mientras se acumulaban las deudas. Primero le cortaron la luz, finalmente, le desahuciaron de su apartamento en la calle 129.
“Piensas que algo así nunca te va a pasar a ti, pero de un día para otro te ves como un ‘homeless’. Me quedé sin casa en diciembre, prefería dormir en el metro antes que en la calle. Estuve un tiempo en un refugio en el Bajo Manhattan, el ‘NYC Rescue Mission’, y allí vinieron un día pidiendo voluntarios para usar teléfonos con Twitter. Yo me ofrezco siempre voluntario para lo que sea”.
“Aquí en Nueva York, en un día de lluvia, deseándoles a todos ustedes suerte”.
El proyecto de Twitter para los ‘homeless’, concebido por tres becarios de la agencia publicitaria BBH, se llama ‘Underheard New York’. Además de Danny, tenemos a Derrick (@witness2011), Albert (@albert814) y Carlos (@jessie550). Con teléfonos en mano y una tarjeta de prepago, los cuatro separaron su camino, con el compromiso de dar puntualmente cuenta de sus experiencias.
“Si de algo ha servido ya esto ha sido para hacernos visibles”, asegura Danny. “Parecía que los ‘homeless’ no existiéramos en esta ciudad, y de pronto todo el mundo nos quiere. Te envían a las cámaras de la CNN, te tratan como una auténtica celebrity”.
Aún se estaba familiarizando Danny con la tecnología cuando un día tuvo la ocurrencia de insinuar a sus seguidores bilingües: “Me gustaría encontrar a mi hija Sarah, hace once años que no la veo”. Le recomendaron que colgara en el móvil la última foto que tenía de ella, con 16 años, y en poco más de 24 horas una ‘seguidora’ anónima logró localizarla con la ayuda de Facebook.
La buena nueva no le llegó por Twitter, sino por una llamada convencional: “Papá, soy yo, ¿cuándo nos vemos?”. Se vieron al día siguiente en Bryant Park, con profusión de cámaras y micrófonos. Se presentó Sarah con dos nietos de la mano: Nevaeh (4 años) y Akai (un año)… “Fue uno de los días más felices de mi vida. La nena no me soltaba de la mano y no dejaba de decirme te quiero, grandpa”. Como dice mi hija, “la sangre llama”.
Aunque la vida ha sido también dura con Sarah, que duerme en un refugio para mujeres maltratadas en Brooklyn. El sueño de Danny es llegar a tener un hogar común donde poder reconstruir poco a poco su familia… “Pero el encuentro con mi hija llegó en el peor momento, cuando no tengo nada que ofrecerle. Yo quisiera darles un techo, pero para eso necesito un trabajo, de cualquier cosa. El trabajo honra y da sentido a tu vida”.
“Encontré un sitio donde vivir. El problema es cómo pagar la renta. Le quiero pedir al que pueda que me ayude”.
Pequeñas ayudas le van llegando a su viejo domicilio, donde conserva la llave del buzón (166 West 129 Street, Apt 21. New York, NY 10027). Pero Twitter le ha dado hasta ahora más alimento moral y “espiritual” que otra cosa… “El día en que me digan: Danny, tenemos un trabajito para ti, le estaré eternamente agradecido a este invento”.
Con esa esperanza dejamos a Danny, sonriendo ante la adversidad, a la salida del grupo de terapia ocupacional al que asiste en Harlem, “porque siempre viene bien contar tus problemas y escuchar a la gente que te puede ayudar. Eso sí, por más bajo que esté en este mundo, sé que hay un Dios que me está viendo y que va a hacer lo posible para sacarme de esta situación en la que me encuentro”.
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