El mundo de la telefonía móvil comienza a tener sus primeros mártires (bueno, más o menos). Johan Knelsen, un joven canadiense de 21 años y miembro de una comunidad religiosa asentada en Bolivia fue encerrado por su padre en una caja durante dos meses por hacer uso de un teléfono móvil y una radio.
Teniendo en cuenta que para los menonitas la electricidad ya es una de esas nuevas tecnologías que abominen hagan cálculo del pecado del muchacho.
Lo mejor ha sido la justificación del padre, que ha alegado que su hijo sufre de problemas mentales para justificar su encierro en la caja (de dos metros de alto, dos de largo y uno y medio de ancho), que sólo contaba con una abertura de apenas veinte centímetros y de la que no podía salir ni siquiera para hacer sus necesidades.
Fuente:wayerless
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