Así se puede resumir la guía sobre el uso de redes sociales para los periodistas de la BBC, un documento basado en el sentido común, pero que nos hace pensar en nuestro compromiso con el quehacer periodístico, el cual no tiene fin.
Aclara el documento, que viene a complementar nuestra guía de valores editoriales, que existen diferencias entre una cuenta personal y una cuenta, digamos, corporativa, como la página de BBC Mundo en Facebook o la cuenta @bbcmundo en Twitter.
Los deberes y responsabilidades entre ambas varían. Una es la voz de BBC Mundo, la otra es totalmente personal, pero eso no quita que estemos expuestos a cometer errores, seducidos quizás por la informalidad de las redes sociales.
Entre algunos de mis colegas discutimos sobre lo que esto significa. "Si
dejamos en claro que los puntos de vista expresados son sólo nuestros y que no
representan en ningún modo a la BBC. O incluso, si en ese espacio personal no se
hace ninguna referencia a nuestro trabajo dentro de BBC Mundo ¿Acaso no podría
decir lo que yo quiera?".
Así como lo hicimos entre nosotros, quisiera explorar con ustedes cuáles son las posibles consecuencias.
Si bien es una opción que uno tiene que habilitar, ahora en Facebook alguien puede leer tus publicaciones sin que necesariamente sea "tu amigo".
En Twitter es incluso peor. Lo que se escribe es público, lo puede leer cualquiera a menos que uno indique lo contrario. Incluso así basta con que alguien que te sigue decida retuitear tu mensaje.
Para ilustrar un poco lo que podría pasar les pido que imaginen el siguiente escenario:
En lo personal estoy totalmente en contra de la política del gobierno de "Noimportalandia". A través de las redes sociales he dicho a viva voz que es demasiado obsoleta/blanda/cerrada/injusta/represiva/flexible/desproporcionada (cualquiera de las anteriores) y que hace falta urgentemente un cambio.
Luego me dicen que me toca ir a cubrir las elecciones en ese hipotético país. Por más imparcial que sea, tras leer mis comentarios alguien podría decir que simpatizo con la oposición y que no soy objetivo.
Otros piensan que es mejor que quede claro de entrada cuál es nuestra postura personal y que se note que ella no afecta nuestro trabajo ni nuestra objetividad.
¿Ven
el dilema?
Al final no importa lo que nosotros pensemos sobre cualquier tema, nuestra principal función como periodistas es transmitir información veraz y equilibrada.
Que quede claro, somos seres humanos, y como cualquiera tenemos nuestras opiniones, creencias y puntos de vista. Sería tonto negarlo.
Pero, la interrogante aquí es si tenemos los mismos derechos que cualquier otra persona para expresarlos libremente.
Para responder a esta pregunta les hago otra:
¿Creen que si lo hiciéramos nuestra credibilidad permanecería intacta? (Se aceptan comentarios)
Por la naturaleza de nuestro trabajo, nos debemos a la imparcialidad, palabra clave para el tipo de periodismo que buscamos hacer en la BBC. Es parte de nuestros valores editoriales, es la esencia de nuestro trabajo.
Requiere que seamos honestos y que no tengamos prejuicios cuando examinemos los hechos. Que sopesemos todos los datos. Que seamos objetivos en nuestro enfoque del tema. Al fin y al cabo somos emisores de información, no sus dueños.
Nuestra función es informar y que sean ustedes, estimados lectores, quienes se formen su propia opinión. La nuestra no es importante.
Pero volviendo a la honestidad como requisito, me pregunto: al ser más reservados con nuestras posturas ¿caemos en la hipocresía?
Fuente:BBCMundoAsí como lo hicimos entre nosotros, quisiera explorar con ustedes cuáles son las posibles consecuencias.
Si bien es una opción que uno tiene que habilitar, ahora en Facebook alguien puede leer tus publicaciones sin que necesariamente sea "tu amigo".
En Twitter es incluso peor. Lo que se escribe es público, lo puede leer cualquiera a menos que uno indique lo contrario. Incluso así basta con que alguien que te sigue decida retuitear tu mensaje.
Para ilustrar un poco lo que podría pasar les pido que imaginen el siguiente escenario:
En lo personal estoy totalmente en contra de la política del gobierno de "Noimportalandia". A través de las redes sociales he dicho a viva voz que es demasiado obsoleta/blanda/cerrada/injusta/represiva/flexible/desproporcionada (cualquiera de las anteriores) y que hace falta urgentemente un cambio.
Luego me dicen que me toca ir a cubrir las elecciones en ese hipotético país. Por más imparcial que sea, tras leer mis comentarios alguien podría decir que simpatizo con la oposición y que no soy objetivo.
Otros piensan que es mejor que quede claro de entrada cuál es nuestra postura personal y que se note que ella no afecta nuestro trabajo ni nuestra objetividad.
Al final no importa lo que nosotros pensemos sobre cualquier tema, nuestra principal función como periodistas es transmitir información veraz y equilibrada.
Que quede claro, somos seres humanos, y como cualquiera tenemos nuestras opiniones, creencias y puntos de vista. Sería tonto negarlo.
Pero, la interrogante aquí es si tenemos los mismos derechos que cualquier otra persona para expresarlos libremente.
Para responder a esta pregunta les hago otra:
¿Creen que si lo hiciéramos nuestra credibilidad permanecería intacta? (Se aceptan comentarios)
Por la naturaleza de nuestro trabajo, nos debemos a la imparcialidad, palabra clave para el tipo de periodismo que buscamos hacer en la BBC. Es parte de nuestros valores editoriales, es la esencia de nuestro trabajo.
Requiere que seamos honestos y que no tengamos prejuicios cuando examinemos los hechos. Que sopesemos todos los datos. Que seamos objetivos en nuestro enfoque del tema. Al fin y al cabo somos emisores de información, no sus dueños.
Nuestra función es informar y que sean ustedes, estimados lectores, quienes se formen su propia opinión. La nuestra no es importante.
Pero volviendo a la honestidad como requisito, me pregunto: al ser más reservados con nuestras posturas ¿caemos en la hipocresía?
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