Pasó un año de aquello y el desconocido comenzó a acosarla a través de Facebook. Con un mensaje le pidió que se desnudara frente a la cámara para él si no quería que sus fotos, desnuda, acabaran publicadas en la web. Su acosador cumplió su amenaza y una noche la policía llamó a la puerta de la casa de la familia Todd a las cuatro de la madrugada: las imágenes de Todd estaban ya en los ordenadores de sus profesores, amigos y familiares.
Canadá está conmocionada. El suicidio de la joven atormentada por un acosador cibernético –y anónimo- ha generado un debate nacional en el país sobre el uso apropiado de Internet y ha abierto un debate en el Parlamento para luchar contra el acoso escolar y cibernético. La primer ministra de Columbia Británica, Christy Clark, ha dado un paso más al pedir la penalización del acoso a través de la red. Una investigación policial ha provocado de momento la detención de 21 personas.
Además, el pasado lunes, el grupo de hacker Anonymous aseguró que conocía la identidad del acosador de Todd y reclamó venganza. El grupo publicó en Internet un vídeo con sus datos, incluida la dirección postal y dijo que era un hombre de 32 que frecuentaba sitios web dirigidos a chicas adolescentes. El hombre señalado se ha defendido explicando que conocía a la adolescente, pero que nunca la acosó. La policía le ha declarado libre de sospecha.
Todd describe su infierno con frases cortas, a veces inacabadas. Una cartulina tras otra, sin que acabe de verse su rostro completamente, la joven canadiense describe sus crisis de ansiedad, su depresión y los ataques de pánico que le causaron la distribución de su imagen desnuda. Su anónimo acosador le informó de que había creado una nueva página de Facebook y que le concedía el triste honor de que sus pechos desnudos ocuparan la foto de su perfil de usuario.
“Me insultaban y me juzgaban”, prosigue en el vídeo de casi nueve minutos la adolescente. “Perdí todos mis amigos y el respeto de la gente”. En este punto de la grabación, Todd muestra un mensaje que dice: “Nunca podré recuperar esa foto. Está ahí para siempre”.
De nada valió que Todd cambiara de ciudad y a la vez de colegio. El ciberacoso volvía a surgir. Su verdugo acababa sabiendo de sus nuevos amigos, colegio, profesores y volvía a humillar a la joven. Su angustia y soledad acabó por hacerla refugiarse en el alcohol y las drogas. Mientras tanto, Amanda Todd seguía mutilándose y se practicaba cortes en los brazos. De nada valía la terapia ni la medicación.
En una ocasión, más de 50 personas la estaban esperando a la entrada de su nuevo instituto porque se había extendido el bulo de que quería robarle el novio a una chica. “¡Golpéala!”, chillaban los presentes mientras grababan la agresión. Todd relata con sus cartulinas que aquel día, cuando su padre fue a buscarla en la cuneta en la que ella se había refugiado tras la agresión, que quería “morirse”. “Cuando [mi padre] me trajo a casa bebí lejía. Me mató por dentro y creí que iba a morir. Llegó la ambulancia, me llevó al hospital y me lavaron el estómago”.
El relato no varía el tono dramático. Un grito desesperado de ayuda que acabó con la muerte de una chica de 15 años. “Estoy continuamente llorando. Todos los días pienso qué hago aquí. Mi ansiedad es horrible. No he salido en todo el verano. Me estoy cortando constantemente”.
El lunes, el diputado socialdemócrata Dany Morin, de 26 años de edad, presentó una moción en el Parlamento canadiense para “prevenir y ayudar a aquellos que son víctimas de acosadores tanto en el colegio como en Internet”. Morin declaró haber sido acosado cuando era niño en el colegio. “La situación se ha convertido en un problema nacional”, declaró. “Internet la ha magnificado”, sentenció.
Según la organización Bullying Canada, que se dedica a combatir el acoso escolar en el país, uno de cada siete niños canadienses de entre 11 y 16 años de edad son víctimas del acoso escolar o por Internet. Solo en los institutos, se producen 282.000 casos de acoso escolar cada mes, según la misma organización que señala que mientras que los varones principalmente son insultados o sufren amenazas, las mujeres padecen acoso sexual.
“No puedo ir al colegio o reunirme con gente. Estoy muy deprimida”, relata Todd. “No tengo a nadie. Necesito a alguien”. Su nombre era Amanda Todd.
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