En un mercado en el que todas las marcas pujan para diferenciarse, la BlackBerry Key One juega sus últimas bazas
Si uno mira el gráfico de suscriptores de BlackBerry, puede contemplar la línea de ascensión y caída de la marca antes canadiense. Entre 2003 y 2013 fue un cohete: de medio millón a 79 millones de usuarios; luego vino la caída. El último dato del que dispone Wikipedia es diciembre de 2015: 25 millones.
Ya en 2013, cuando todavía estaba en lo alto en cuanto a número de usuarios, BlackBerry no lo tenía nada claro y negociaba su venta. Al final, como otras -desde Nokia a HTC- terminó siendo parte de una joint venture. En este caso, con TCL, multinacional china que también controla Alcatel.
Si no eres Samsung o Apple, la única forma de abrirse paso en el complicado y competitivo mundo de la telefonía móvil es el precio y la diferenciación. En el caso de BlackBerry y su Key One el precio no es muy diferenciador, porque se mueve en el entorno de los 600 euros y, como veremos más adelante, no se puede decir que sea barato por sus características. Sin embargo, sí tiene un atributo que lo hace diferente: el teclado.
Las dos marcas que propulsaron los terminales de BB fueron el sistema de mensajería instantánea y el teclado físico. Y es que, aunque hoy parezca mentira, hace 18 años eso de escribir en la pantalla para enviar mensajes de texto e, incluso, páginas web, no se llevaba.
Sin embargo, hoy sí estamos más que habituados a escribir con una o las dos manos (mejor, el índice o los pulgares) sobre la pantalla del móvil. Y éste es el primer problema con el que me encuentro al enfrentarme a la Key One (siempre nos hemos referido a los terminales de BB en femenino y todavía no sé por qué): tengo que volver a aprender a escribir con los dos pulgares sobre un teclado físico.
El segundo problema es que las teclas necesitan un espacio físico que le da el volumen de un terminal de 5,5 pulgadas a uno que tan sólo tiene 4,5.
La verdad es que, excepto por la colocación de los números y el uso de las teclas alt o sym es fácil volver a escribir en el teclado de BlackBerry. Sigue teniendo esa forma de almohadilla que permite notar la separación de las teclas y, además, entre las cuatro filas de caracteres hay tres tiras metálicas. Pero ¿qué tiene la barra espaciadora?
Los ingenieros de BlackBerry / TCL han insertado el escáner de huellas en la barra espaciadora. Una solución ingeniosa: o se lo llevaban a la parte trasera o sino, ¿dónde lo colocaban? Al margen de la originalidad, el escáner no me ha fallado ni una vez y es muy rápido.
Excepto una temporada en la que los adolescentes descubrieron que el BB Messenger era gratis y comenzaron a usarlo, el público objetivo de los terminales de esta marca canadiense, eran los profesionales en movilidad. Necesitaban un sistema de comunicación seguro, con el que pudieran gestionar el correo electrónico y pudieran escribir bien.
Cuando toda la competencia lo hace, BlackBerry ha decidido crear una capa sobre Android -claro, ahora ya no usa el sistema operativo propio, sino el casi universal y omnipresente Android, en este caso Nougat- en la que destaca Hub, una pantalla que se despliega desde una solapa lateral en la que podemos agrupar todas las app que usamos en un día de trabajo, desde el Mail hasta el Calendario. De esta forma, con un vistazo nos ponemos al día.
Hemos dicho que la pantalla tiene 4,5 pulgadas (una menos de lo que le correspondería por tamaño del terminal), pero no hemos comentado que la resolución es francamente buena: 422 puntos por pulgada (1.080 x 1.620 píxeles). El problema es que el formato es 3:2, alejado de los 18:9 que se llevan ahora.
Para ser un móvil que ronda la zona alta de los precios (por encima de los 600 euros, precio no oficial), el procesador es un poco justo, el Snapdragon 625 de Qualcomm, aunque excepto para los jugones más recalcitrantes va sobrado.
La batería no está nada mal, tanto por capacidad como por gestión. Nominalmente, es de 3.505 miliamperios y da para aguantar un día de trabajo sin enchufarla. Como no podía ser de otra forma a estas alturas del partido, el conector de carga es un USB tipo C. Aunque no sea por otra cosa (tiene muchas ventajas más), el hecho de que no haya un derecho y un revés para enchufarlo, ya valdría la pena.
La cámara trasera, que por cierto resalta mucho en el diseño, se merece mucho más que un aprobado. Lleva el mismo sensor de Sony que la cámara del Píxel de Google que presume de mejor cámara del mundo, el IMX378 y, aunque en condiciones de poca luminosidad se resiente bastante, cumple su función. Y, además, graba en 4K.
El diseño es, tal vez, lo que más controversia suscita. Hay defensores y detractores. A mí me parece muy en la línea de diseño industrial, robusto, elegante y tal y como se podía pensar en un móvil futurista hace 20 años. La pega aquí es que no es fino ni ligero. Ocho milímetros de grosor ya empiezan a ser muchos y 180 gramos, también.
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